Descubra tres paraísos Nayaritas entre montañas y volcanes

Nayarit es una tierra mágica en la que se concentran variados ecosistemas que van desde desiertos, bosques, hasta paradisíacas costas, pero entre sus escenarios más cautivadores con aire puro posee algunos volcanes y montañas con vistas hipnotizantes y verdaderas aventuras para cualquier viajero, en lugares majestuoso como lo son Volcán El Ceboruco, Volcán Sangangüey y Cerro de San Juan.

Gracias a su ubicación geográfica, Nayarit se encuentra en el seno de la Sierra Madre Occidental, por ello es posible disfrutar entre las alturas de bosques, fumarolas, vistas panorámicas y leyendas ancestrales. Son muchas las opciones, pero aquí van tres paraísos donde el cielo se toca con la tierra:

Cerro de San Juan, ícono natural de Tepic

El Cerro de San Juan se eleva a mil 500 metros sobre el nivel del mar (msnm)y forma parte de la Sierra del mismo nombre. De origen volcánico, ha sido testigo de la historia y la identidad de Tepic y hoy, es uno de los destinos favoritos para quienes buscan actividades al aire libre con un toque de misticismo.

La aventura puede arrancar con un desayuno nayarita abundante de borrego a la plancha, barbacoa, pastor, conejo y otros productos locales. Luego, el punto de partida es el poblado El Aguacate, desde donde se accede al parque Kilómetro X. El ascenso permite observar un paisaje mixto donde de un lado encontrarás el mar y del otro, bosque espeso.

Una vez en la cima, el circuito de tirolesas —algunas de hasta 35 metros— y los puentes colgantes ofrecen vistas espectaculares de la vegetación y las cañadas. También hay escalada, rappel junto a manantiales y actividades como gotcha o tiro al blanco. El recorrido puede culminar en un restaurante donde no puedes perderte de un molcajete de camarones.

La parte media del cerro alberga «La Batea», una zona plana ideal para acampar, en la que, también es posible realizar parte del ascenso a caballo. Este lugar está cargado de energía ya que la leyenda más famosa del Cerro habla de una cueva que se abre cada 24 de junio y que conduce a un pueblo detenido en el tiempo. Quienes entran, dicen, experimentan un salto de 25 años sin que lo noten. Esta historia convierte al lugar en un destino donde la naturaleza y la magia se entrelazan.

Sangangüey, un coloso entre la neblina

Con 2 mil 340 msnm, el volcán Sangangüey es una experiencia imperdible para quienes disfrutan del senderismo exigente y paisajes montañosos. Antes de iniciar la caminata, la recomendación es un desayuno típico nayarita para llenarse de fuerza con sabores como tasajo de res, quesadillas de guisado y café orgánico de productores locales.

El ascenso, de dificultad moderada-alta, toma entre 4 y 5 horas —dependiendo del ritmo—; y durante el trayecto, el sendero atraviesa zonas frondosas, piedras resbaladizas y árboles centenarios que filtran la luz solar como en una película.

Este escenario te asombrará por su vegetación, producto de la riqueza mineral del suelo volcánico, hogar de aves y variada fauna silvestre. Ya en la cima, la recompensa es un horizonte cubierto de valles verdes, neblina, panorámica de la ciudad y un silencio tan profundo, que te dejará reflexionar escuchando el viento.

Para los más aventureros, es posible acampar en la cima y disfrutar de cielos estrellados espectaculares y llenos de claridad; o practicar actividades como rappel y escalada. Se recomienda llevar bastones de trekking, tienda resistente al viento, saco de dormir para temperaturas de 5°C a 10°C, linterna frontal, baterías extra, snacks energéticos, cena y abundante agua.

El Ceboruco, el volcán que aún respira

Ubicado entre los municipios de Jala y Ahuacatlán, el Ceboruco —también llamado Tonán, en honor a Tonantzin, diosa madre— es un volcán activo con una altitud de 2 mil 280 msnm, pero no te asustes, ya que es totalmente accesibles para visitantes. Su última erupción fue en 1870 y aún emite fumarolas desde su cráter y zonas muy específicas, le da un aire fascinante de misterio.

La travesía para escalar este gigante puede comenzar con un desayuno en la comunidad de Coapán, en el restaurante El Rincón del Campesino, un lugar donde el café recién hecho y tostado te enamorará en compañía de tasajo y las tortillas a mano, todo parte del ritual previo ideal a la subida.

La caminata, de entre 2 y 3 horas, es menos exigente que la del Sangangüey, aunque su terreno irregular requiere precaución y cazado de buen agarre por el suelo rocoso. La ruta atraviesa un camino interesante, debido a que tiene distintos microclimas: primero húmedo y caluroso, luego seco y frío, con vegetación baja, y finalmente zonas grises y ásperas cerca de la cima, donde las fumarolas recuerdan que el Ceboruco sigue vivo.

Desde lo alto podrás contemplar la vista del Valle de Jala —con sus campos de agave y maíz— que te dejarán sin aliento, no obstante, si se desea llevar la experiencia más allá, hay opción de volar en parapente.

Después de subir al volcán, un lugar imperdible es visitar el taller de piedra volcánica en Coapán, donde artesanos locales transforman la lava solidificada en piezas para cocina, decoración y arte. Estas obras, de tonos grises oscuros y texturas rústicas, son un homenaje al vínculo entre el hombre y la montaña.

Estos son algunos de los mejores lugares para gozar de Nayarit en las alturas, con templos naturales que invitan a la introspección, exploración y el asombro entre árboles centenarios, acampar bajo la Vía Láctea , o descender en rappel, una experiencia inolvidable para quienes aman la naturaleza y la adrenalina.

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